La Residencia Papachristou pertenece a un arquitecto y coleccionista de arte. Situada en un campo, inicialmente aparece como un sitio aislado que no brinda en absoluto la idea de flotar. Esta imagen se cuestiona gracias a los elementos de cemento expuestos.
El volumen sencillo y sus materiales se manipulan para describir y definir los espacios. Pequeñas expresiones y manierismos parecen dar forma a la superficie del volumen. Los pliegues son sencillos y, al mismo tiempo, precisos, marcados. Un ejercicio hábil de moderación. El elemento más potente de todos, ordenadamente yuxtapuesto a un árbol intencionalmente inelegante, es el vacío de la entrada. Se trata de un volumen macizo que se reduce sobre dos de sus lados mientras se eleva hacia la puerta en su extremo. El lenguaje de la escalera y de la progresión se impone al observador.
Es evidente el intento del arquitecto/del propietario de crear una serie de espacios secuenciales que funcionan casi como una oportunidad para alojar objetos de arte a veces pequeños y personales, a veces tomados prestados de la grandeza de un museo: la idea de una galería ha sido una fuerza inspiradora. Los materiales pesados del espacio, las superficies de mármol oscuro, refuerzan este concepto.
Las funciones están definidas, además de por la practicidad, por umbrales marcados que se apoyan en desplazamientos de escala y variaciones de altura. Se toma conciencia de la discrecionalidad. Los lenguajes que se representan en la arquitectura son potentes y evidentes.